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La historia de C-veintidos

Hoy tenía un día tonto y os quería contar lo que pasa en las perreras que es algo horrible, pero he pensado que mejor os cuento la historia de Pepinillo que también es lo que pasa en las perreras, pero esta vez con final feliz. “Yo estuve trabajando en una perrera. Un día al bajar a las jaulas, como hacía todos los días a enseñar a los animales para buscarles familia, me crucé con C22, una perrita muy pequeña, con quemaduras por todo el cuerpo, a penas pesaba 5 kilos y tenía una mirada tan dulce… acerqué mi mano y C22 me dio unos cuantos lametazos, seguí mi trabajo enseñando a los demás perros, y me olvidé de aquella perrita, era una forma de no sufrir si no le volvía a ver, aunque no me podía engañar a mi misma, nunca olvidé ninguna de aquellas miradas ni aquellos lametones, y por eso hoy estamos donde estamos y haciendo lo que hacemos. Al día siguiente de conocer a C22, salieron las analíticas de leishmania, aquellos que daban positivo entraban en la lista de sacrificio, mi compañera venía sonriendo, y me dijo “ufff solo hay un positivo”, a mi me dió un vuelco el corazón y pregunté quién era, nunca preguntaba, me dolía demasiado ahondar en esas muertes injustas, “es C22, la perrita quemada, parece que son lesiones de leishmania”. Esa tarde empecé a hacer llamadas, hablar con protectoras, buscar a alguien que me dijera “hazlo”, pero no hizo falta, al salir del trabajo me fui a una tienda y compré un collar y una correa, “¿cómo una perrita tan adorable no iba a encontrar una familia?”, me repetía en cada paso mientras movía hilos para encontrarle algo.  Y por fin, un día antes de ser eutanasiada C22 salía de la perrera. Cuando entré en la jaula lo hice llorando, no podía explicarle porqué ella iba a tener una segunda oportunidad y otros no la habían tenido ni la tendrían, era imposible explicarlo, por eso le prometí que a ella no le faltaría de nada, nunca, y que juntas trataríamos de salvar a otros. En ese momento, en aquella jaula me dí cuenta de mi primer error, C22 no era una perrita linda, si no un perrito… La historia de cómo me di cuenta de que tampoco era tan lindo os la cuento más adelante.”

La historia de cómo conocí a Pepinillo

“Si, si, C22 pasó a ser Pepinillo, ese perro diabólico que quiere matar a otros perros y que ha mordido a todos cuantos humanos se han atrevido a encararle y decirle un “no te comas eso”, “no ataques a ese perro” o simplemente le han dicho “NO!” (aunque fuese para salvarle la vida, como el “no te comas ese sapo”). Bueno continúo, pues al salir de la perrera Pepin se vino a casa con Coco y desde el primer día se llevaron bien, ahí, ilusa de mi, seguía yo creyéndome que Pepin encontraría otra familia. Después fuimos a que le conocieran los abuelos e intentó violar a Lucky, la perra que vivía con mis padres, pero bueno, parecía algo normal de un perro sin castrar. Al día siguiente fui con Pepin a la clínica a hacerle analíticas, allí conocimos a Sika, su archienemiga número uno y que era muchísimo más grande que el, a Sika intentó matarla en repetidas ocasiones, y ahí fue donde descubrimos que C22 no era aquella perrita adorable que sería fácil de dar en adopción. Unos meses más adelante cuando la leishmania de Pepin mejoraba y sus heridas iban cada vez a peor  descubrimos que Pepin estaba más enfermo de lo que pensabamos, ya que a parte de la leishmania también tiene lupus. Para que os hagáis una idea de la gravedad el tratamiento de la leishmania empeora el lupus y el tratamiento para el lupus puede hacer que la leishmania se dispare. Tras conocer esto decidí dejar de buscarle una familia a Pepin ya que su estado de salud hacía muy difícil su adopción. Ahora, cinco años  después de salir de la perrera podeis ver como Pepin vive sin heridas (solo le quedan cicatrices por todo el cuerpo) y es un liante completamente feliz, aunque se está quedando ciego el sabe que con nosotros nunca le va a pasar nada.” Y aún, a día de hoy, pienso en el momento en que le conocí y me caen las lágrimas, porque todos merecen salir de allí, porque él siempre será alguien especial que me cambió la vida, que me pone cada día en compromisos, pero es capaz de hacerme sonreir con sus ocurrencias endemoniadas. Y porque a día de hoy todas sus enfermedades siguen a raya, y hace 5 años no pensé que llegariámos tan lejos. Y se que está muy enfermo, pero sinceramente, no imagino mi vida sin este maldito perro del infierno, porque todo lo demoniaco que puede llegar a ser lo tiene de encantador y adorable cuando quiere, y a mi, me pone ojitos y me ronea un poco y yo, caigo rendida a sus pies. Pdta.: Os pedimos que no dejéis caer en el olvido esto que os cuento, las perreras están llenas de historias como la de Pepin pero que acaban antes de salir de la perrera ya que mueren allí. Decidle a la gente que adopte, perros jóvenes, viejos, enfermos, sanos, grandes, pequeños, hay de todo y todos quieren y deben salir de esos sitios tan horribles.

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